miércoles, 19 de mayo de 2010

Legionarios

Roberto Rock L.

Todos los días los medios nos traen noticias en torno al escándalo en la Legión de Cristo. El Vaticano anunció que el Papa mismo recibió el reporte de una evaluación sobre el organismo fundado por el padre Marcial Maciel, cuyo extravío personal parece haber metido al conjunto de la Legión en un tobogán de vergüenza y confusión.

La pregunta central en estos momentos no parece ser el grado de culpabilidad del padre Maciel y de su grupo de allegados en actos condenables, no sólo en el ámbito de su conducta sexual, sino también en el manejo de los recursos económicos que decenas de miles de personas en todo el mundo encomendaron a la Legión para obras pías. Eso, al parecer, esta fuera de duda.

El enigma es por qué no se oye también la voz de aquellos que tienen otra historia que contar sobre la Legión. La pregunta es si las horas bajas de los legionarios podrán ser dejadas atrás y cuándo. O para decirlo de otra manera, si las cosas buenas de la Legión serán suficientes para curar sus cosas malas. Y a quién corresponderá el liderazgo para este trabajo de humildad y depuración.

Quien esto escribe puede ser difícilmente sospechoso de posturas de corte clerical. Formado en escuelas públicas, la UNAM incluida; periodista por 30 años, más bien soy producto de la batalla por libertades sociales en favor de que se respeten los derechos de los disidentes, de los críticos, de los que abrazan otras opciones políticas; los derechos de las mujeres, los indígenas y otras minorías.

Sin embargo, la defensa de quien no cree -en el sistema, en la religión-, a veces es confundida como el combate y el escarnio contra quien sí cree. Y en democracia, ello no debe ocurrir. Los pecados de la jerarquía legionaria o de los curas pederastas no deben ser purgados por todos los legionarios, ni por los observantes católicos en su conjunto.

Los informes paralelos ligados con el problema de la pederestía entre sacerdotes seguirán agravando la tensión en torno a la Legión. Es una historia aderezada de versiones sobre sobornos varios extendidos por Maciel y sus allegados –dentro y fuera de la Iglesia- para evitar que las denuncias en su contra atrajeran consecuencias.

Parecen irse conformando los estímulos legales y políticos necesarios para una dura lección que afecte al que fue el círculo cercano al padre Maciel, sospechoso hoy de encubrimiento, incluso de complicidad. Incluso, se habla de una “refundación” de la Legión.

Pero hoy es urgente recordar que más allá de ese otrora poderosa y reducida élite de dirigentes, la Legión agrupa también a decenas de miles de familias, padres e hijos de varias generaciones, que vieron y ven en la condición de legionarios una forma de ser y una forma de entender la vida.

En colegios de todos los grados, en hospicios, en las misiones a comunidades pobres, en los centros de las jóvenes consagradas y en muchos otros ámbitos, ellos se identificaron con el espíritu de una institución con principios acordes con sus convicciones, que era dirigida por una jerarquía que parecía virtuosa, al grado de contar con la bendición de las más altas esferas de la religión católica y de la autoridad civil, en muchos países, no sólo México.

Las familias de legionarios deben alzar su voz y defender su derecho a vivir en un espacio educativo, familiar y espiritual de acuerdo con sus creencias. Esa es la voz que hace falta ahora, no sólo la de quienes construyen el cadalso contra los pecadores, sino la de quienes han de hacer que se respete a los hombres y los mujeres de buena fe en la Legión. Aquellos que siendo legionarios han encontrado la formación y los valores que quisieron para ellos, sus hijos e hijas.

Esas voces pueden construir el camino del futuro legionario si además de defender su verdad, impulsan un nuevo orden cosas en el que la vida de la Legión permita que entren la luz del sol, la transparencia y la rendición de cuentas.

Ello puede ayudar a que esta crisis se vaya pronto y nunca regrese. Dar paso a una Legión en la que la voz y los ojos de los legionarios y de la sociedad velen por el origen y el destino de los recursos, las prácticas escolares, la reflexión interna sin votos de silencio, claridad sobre el reclutamiento y la formación de las consagradas, o la vida interna del Reino de Cristo…

Parafraseando al Papa Wojtyla: Que la sociedad se abra a la Legión, y que la Legión se abra a la sociedad.